domingo, 10 de febrero de 2008
De cómo uno acaba (¿empieza? ) aquí
Confieso que hay dos personajes del siglo XX que siempre han ejercido sobre mí un poder de fascinación que va más allá de lo explicable: Alan M. Turing y Ludwig Wittgenstein. Siempre que he podido, he devorado cuanto texto o información de cualquier tipo ha caído en mi poder sobre ellos.
Uno de los pasajes que siempre llamó más mi atención en la vida de Wittgenstein fue cómo, con sus antecedentes en cuanto a creencias, quedó fulminantemente fascinado por la obra de León Tolstói "Resumen del evangelio", hasta el punto de que, ateo impenitente en su primera estancia en Cambridge, llegó a ser conocido jocosamente por sus compañeros en la milicia como "El hombre de los evangelios".
He tardado en conseguir un ejemplar de la versión que manejó el filósofo vienés, hoy, por cierto, y para fortuna de mis antojos, libre de derechos ( Tolstói, como es sabido, falleció en 1910, de modo que se superan ampliamente los setenta y cinco años desde su muerte que liberan la obra para su uso público del modo que a uno se le antoje. Hasta hace dos años, por otro lado, no me constaba la existencia de traducción al español de esta obra. Ahora ya existe una, lo que no obsta en absoluto para que a mí me apetezca, y pueda, legítima y moralmente, hacerla.
Tras el descubrimiento, en "Un día con Guccini", de que abrir un blog para trabajar sobre él puede obrar milagros sobre mi motivación para ir avanzando poco a poco en la tarea de traducir obras extranjeras, os invito desde hoy a que os deis un garbeo por esta bitácora de vez en cuando. Hoy, gracias a Juan XXIII y al Concilio Vaticano II, toda persona, atea, agnóstica, o creyente en una vida trascendente sea cual sea la iglesia a que se sienta adscrita, es libre de examinar con su propio criterio las interpretaciones de ese grande de la Literatura rusa y mundial que fue Tolstoi. Y, por otro lado, si esta obra fascinó a alguien tan poco dado a los espejismos intelectuales como el filósofo del siglo XX por antonomasia, algo tendrá el agua cuando la bendicen. ¡ Vamos al tajo !
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